lunes, 28 de febrero de 2011

Stop kicking Arsène

Es matemático. Pierde el Arsenal y comienza el linchamiento público. No contra los jugadores, no, sino contra el artífice de que el club de Islington sea considerado hoy en día como una referencia tanto en la Premier League como a nivel continental. Se esgrimen argumentos falaces, carentes de sentido y con unos índices de ventajismo que disparan el medidor. Hoy, en plena tormenta tras perder frente al Birmingham en Wembley por un error de comunicación entre Szczesny y Koscielny -dos de los mejores del equipo gunner en lo que va de temporada, todo sea dicho- Wenger vuelve a ser acusado de jugar con niños, de vender humo con un proyecto que no lleva a ninguna parte y de ser un perdedor. Acusaciones injustas, como se pretende demostrar a continuación.

Empecemos por el principio. Wenger llegó al Arsenal en 1996, hace casi tres lustros. A pesar de ser un entrenador desconocido en Inglaterra -recuerden el "Arsène who?"- se le dieron poderes absolutos. Él era el comienzo y el final de la cadena y no debía rendir cuentas a nadie. Renovó por completo los regímenes de entrenamiento, cambió la dieta de los jugadores por una mucho más saludable e implantó una filosofía zen que adquirió tras su paso por el Nagoya Grampus japonés. Desde su llegada, los del Emirates han ganado 3 ligas, 4 copas, 4 Community's -supercopas-, participaron en la final de la Copa de Europa que supuso el segundo triunfo del Barcelona en el máximo centro continenal y, aunque tiende a ser olvidado, también avanzaron hasta la final de la UEFA en 2000. A pesar de todo, la opinión generalizada es la de que el alsaciano no ha ganado nada.

Ahora avancemos hasta el presente. Se acusa al entrenador de profanar canteras ajenas en busca de jóvenes talentos ocultos en ellas y de alinear onces titulares en los que apenas hay jugadores británicos. Bien, hace unos años, el Arsenal, instalado en el mítico Highbury, tenía una lista de espera de abonados que doblaba el aforo del estadio. Se decidió afrontar la construcción de nuevo terreno de juego cuyo coste superaría los 500 millones de euros a sabiendas de que tras ello se iniciaría una travesía por el desierto y una época en la que el club se debería apretar el cinturón en materia económica. Tras finalizar la construcción del Emirates -auspicio por el cual el Arsenal recibe aproximadamente 100 millones de euros por mantener el nombre del estadio durante 15 años- la deuda del club londinense rondaba los 300 millones. "Nos enfrentamos a rivales que no respetan el juego limpio financiero. En vez de acusarnos a nosotros de no fichar grandes nombres, quizá la gente debería mirar hacia otro lado." En lugar de hacer la vista gorda, Wenger decidió reducir la deuda con un plan de asuteridad.

De esta manera, siendo, junto a Blackburn y Wigan, los únicos equipos de la Premier League que tienen un ratio positivo en la balanza compras-ventas desde el año 2003, al Arsenal se le pide combatir cara a cara, de tú a tú, con clubes con unas inversiones multimillonarias como Manchester City, Chelsea, Tottenham o Liverpool, algo inverosímil si sólo nos fijáramos en los números. Si ahora cojemos la clasificación podemos ver cuántos de esos equipos están por encima de los gunners a día de hoy. Ninguno. Así, como suena. Pero queda mejor criticar a Wenger que hacer justicia a uno de los proyectos mejores llevados del fútbol europeo. Como decía, también se le achaca el hecho de que apenas cuente con futbolistas ingleses. Daré la misma respuesta que Trevor Brooking: "La escasa presencia de jugadores ingleses merece, más que un debate sobre la labor de Wenger, una reflexión sobre la formación de los jóvenes futbolistas en Inglaterra". Ha quedado claro que si el aslaciano detecta talento, lo utiliza sin importarle la procedencia. Ahí está Wilshere, criado en el propio Islington y ya afianzado en el primer equipo.

Lo que Arsène está logrando es algo sin precedentes. Mantener continuamente al club en el top-four de la Premier con un presupuesto de candidato al descenso está al alcance de muy pocos. El talento de Wenger para confeccionar plantillas de primer orden con recursos escasos es digno de admirar. Por supuesto, todos los aficionados gooners hubieran deseado la llegada de Chamakh en el mercado invernal de la temporada anterior, pero el técnico creyó más oportuno esperar hasta el verano y traerlo gratis. Lógico. Está claro que como toda persona humana, él tampoco es perfecto y comete errores con los que no estoy de acuerdo. Declaraciones fuera de lugar, críticas a otros estilos de juego desde su visión romántica de la práctica del fútbol -creo que para llegar a la victoria, que al fin y al cabo es la meta de este deporte, cualquier estilo es válido, aunque se tenga preferencias por uno u otro- todo ello errores marcados por una personalidad extremadamente competitiva. Personalmente lo entiendo. 

Para finalizar, debo decir que no concibo un Arsenal sin Arsène Wenger, y viceversa. Lo que tenga que venir tras él será bienvenido, pero no será lo mismo. En lugar de lanzar críticas y acusaciones injustas muchas veces marcadas por el desconocimiento, limitémonos a disfrutar del alsaciano, con sus aciertos y con sus fallos. La vida es mejor así.

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