miércoles, 27 de octubre de 2010

Ambición para unos, deslealtad para otros

Muchos la consideran un torneo menor, un obstáculo más en un calendario ya de por sí cargado de partidos y diversas competiciones. Pero en una sociedad futbolística como la inglesa, donde se toman todo en serio, no hay trofeos pequeños. La Carling volvió a ofrecernos un gran espectáculo anoche con un partido memorable que enfrentó al Manchester United, todavía convulsionado por el caso Rooney con el Wolverhampton. Una duelo intenso, emocionante, con detalles técnicos y tácticos, y donde sobresalieron dos figuras: la de 'Chicharito', de nuevo salvando a los de Ferguson y la de Matt Jarvis, el guía de los Wolves desde el centro del campo. Pero si hubo un estadio donde las emociones estaban a flor de piel ese era el DW Stadium de Wigan. ¿El motivo? Roberto Martínez se enfrentaba por primera vez al Swansea, el equipo al que devolvió a la segunda categoría del fútbol inglés tras 24 años, pero, por encima de todo, el equipo donde construyó un proyecto inteligente a la par que apasionante.

Se presumía una fiesta, un emotivo reencuentro con el entrenador de Balaguer como protagonista, pero nada más lejos de la realidad. Aficionados del Swansea que confundieron la ambición con la deslealtad se encargaron de estropear la celebración. Portando una pancarta con un mensaje bien claro: 'Judas' hicieron ver que no todo era tan bonito como creíamos desde España. Esos hinchas galeses debieron olvidar que antes de llegar a Swansea Roberto Martínez se había convertido en el mejor jugador de la historia del Wigan, en el primer español en anotar un gol en la FA Cup. Esos aficionados que ahora sitúan al entrenador por debajo incluso del enemigo público número uno -Sam Hammam, antiguo propietario del Cardiff City, el rival histórico- en los ránkings de popularidad, debieron olvidar lo que Roberto hizo por ellos, tanto como jugador como mánager. 

Cuando en el año 2003 llegó a Galés, el Swansea se encontraba en puestos de descenso, con el peligro de la desaparición definitiva rondando. Con él en la plantilla el equipo logró más puntos que nadie en la segunda vuelta y se salvaron. No contento con ello, unos años después Roberto Martínez asumió el cargo de entrenador-jugador en el Liberty Stadium -aunque en realidad no volvió a vestir la camiseta del club-, implantó un proyecto, una nueva forma de ver el fútbol, una filosofía. El mánager y el equipo crecieron de la mano, pero los que antes le adoraban ahora le acusan de desleal. Puede que sean dos formas distintas de afrontar la vida en general y el fútbol en particular. Para unos ambición, para otros deslealtad. Creo que yo me decantó por la primera opción.

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