miércoles, 20 de octubre de 2010

Una noche de remembers

Volvía el Chelsea al Luzhniki y con él los recuerdos. Los recuerdos de aquella fatídica noche de mayo del 2008. Los recuerdos de la lluvia, el resbalón y las lágrimas. También volvía Zhirkov, e imagino que el también tendría sus propios recuerdos de Moscú, la ciudad que fue su casa durante cinco años, la ciudad donde ganó dos Ligas, cuatro Copas y otras cuatro Supercopas rusas. Volvía a Moscú, también al Luzhniki, pero ayer ese estadio era terreno hostil. Y a pesar de que desde su llegada a Stamford Bridge nunca ha tenido un papel destacado, hoy el de Tambov nos recordó a aquel genio del CSKA, aquel zurdo que junto a Ivica Olic, Vagner Love y Dani Carvalho le dio a los moscovitas su primer y hasta el momento único título continental. En el fútbol actual, en el que la táctica ha evolucionado de manera tan drástica, un simple disparo desde fuera del área sigue siendo una alternativa muy valiosa para decantar un partido.

Valeri Karpin le dio -tarde- la alternativa a Jano Ananidze y todos nos acordamos de los primeros pasos de Luka Modric en Zagreb. De su cara inocente, de su mirada de niño, de sus deseos de comerse el mundo sin importarle nada más. El georgiano es uno de esos jugadores únicos en su generación y que parecen estar llamados a marcar una época. Y ayer, con diez minutos para demostrarle a Europa quién era ese georgiano que parecía haber llegado con la mochila del colegio al vestuario antes de saltar al césped, dejó detalles que auguran un prometedor futuro. Tenía delante a Essien y Obi Mikel, pero cuando el motor de un futbolista es su talento, los rivales importan poco. O nada. El sentimental regreso de Eduardo da Silva a Londres, con gol incluido, trajo consigo más recuerdos. Su primer tanto en el Emirates... con el Dinamo, su debut en la Premier frente al Blackburn, su primer gol como gunner ante el Sevilla y, desgraciadamente, la entrada de Martin Taylor en aquel 23 de febrero del año 2008. Se llevó una ovación merecida y se decidó a lo suyo, perforar redes.

El partido del Olímpico nos dejó más remembers. Recuerdos especiales, undergrounds, alternativos. Pero en cualquier caso, recuerdos. Como el gol de Frei. El delantero singular, único, particular. El hombre que siempre marca. Esté donde esté. Juegue contra quien juegue. El hombre que dejó Dortmund para volver al equipo de su ciudad, donde siempre quiso estar. Alexander Frei, un mito en el fútbol suizo y que para muchos de nosotros es un mito de categoría continental, incluso mundial. De la misma forma, Samuel Inkoom nos transportó a ese Mundial sub-20 de Egipto. A esos días de octubre en los que, al igual que ayer, nos deslumbró, nos maravilló. Tanto escandalizó su participación en aquella cita que fue considerado el mejor jugador de la competición. Ayer, también en octubre, volvió a rememorar esas subidas por la banda derecha, esa presencia ofensiva, esa trascendencia en el juego a pesar de jugar en una posición aparentemente marginal.

Y en Amsterdam, un gol que probablemente no signifique nada para la gran mayoría, pero que para mí es emocionante. El que anotó Valter Birsa para el Auxerre. ¿Que por qué me emociono con un gol del jugador de Sempeter pri Gorici? Porque hace que recuerde mi viaje a Eslovenia. Hace que recuerde Ljbuljana, el Ljubljanica y su Zmajski most -puente de los dragones-, a su Narodna galerija -Galeria Nacional de arte-, a la pequeña región de Idrija y sus minas de mercurio ocultadas por la habitual neblina de la zona, al símbolo patrio, el Triglav, o al Zdravljica -himno nacional- escrito por France Preseren, ese poeta maldito que hoy aparece en las monedas de dos euros del lugar. Por eso, un tanto aparentemente tan intrascendental hizo que mi día acabara con una sensación indescriptible.

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